Es el artículo escrito por el periodista Carlos Reyna para el diario La República el 14 de julio a raíz de la presentación del proyecto sobre las ganancias extraordinarias mineras de la congresista Gloria Ramos Prudencio.
Por Carlos Reyna
La minería es un sector polémico. Su peso en el PBI es pequeño, da poco empleo y exporta poco valor agregado. Genera gran parte de los conflictos sociales. Se la acusa, con renovadas pruebas, de ser uno de los sectores más contaminantes.
Pero, a la vez, el sector tiene gran peso en las exportaciones, atrae inversión extranjera y emplea a ciertas influyentes capas medias. Con eso seduce a muchos políticos que creen que la salvación es el mercado mundial y que la llave que nos conecta es sobre todo la actividad extractiva. Por tanto, son en extremo cortesanos del capitalista minero. A sus ganancias, ni tocarlas.
Alguien que piensa que ese trato es perjudicial para el Perú es la congresista por Pasco, Gloria Ramos. Acaba de presentar un nuevo proyecto de ley para establecer un impuesto a las ganancias extraordinarias de la minería (GEM). En el 2006 presentó un proyecto similar, pero no le permitieron siquiera sustentarlo.
Según el proyecto, el Perú debe buscar un desarrollo que sea sostenible en el mediano y largo plazo. Es vital el acceso al mercado mundial, pero los minerales no son renovables. Por tanto, el país debe sacar ahora el mayor beneficio de su explotación para financiar la promoción de actividades más sostenibles, en lo económico y lo ambiental.
Hoy el país aprovecha sólo en mínima medida el ciclo de altos precios de los metales. El proyecto sostiene que, con el impuesto del 50% sobre las GEM que propone, el fisco hubiera obtenido, solo entre 2005 y 2009, más de 5 mil 800 millones de dólares adicionales para ejecutar proyectos de desarrollo. Desde el 2007, ese impuesto hubiera significado 7 veces más que el “óbolo voluntario” que el gobierno negoció con las mineras.
¿Se irían los capitales? Se sostiene que no, porque el impuesto no afecta a las ganancias en general sino a las extraordinarias; y porque sus montos serían variables, en función de cuán alto vayan los precios de los metales. Otros países, desde los EEUU hasta Australia, pasando por Bolivia y Chile, han puesto impuestos afines sin tal espanto a las empresas.
Por sus fundamentos y porque responde a la pregunta de cómo articular mejor a la minería con el desarrollo del país, este proyecto merece debatirse pronto y eventualmente aprobarse.
Gloria Ramos Prudencio 